Si acaso hay posibilidad de dar cuenta de la vida, de proponer un sentido a los acontecimientos en nuestros días y de asentarlo en un escrito, será únicamente a través del fragmento. Arrojados a un presente inexistente, ilusorio y sin futuro, con un pasado construido por despojos, una memoria atrofiada por la historia y por las falsas promesas de la modernidad, la literatura y el escritor tienen como único recurso abrir portales, señalar caminos, apuntalar un porvenir que siempre quedará sujeto a la incapacidad de la palabra de alcanzar la idea, de bosquejar el sentimiento y de plasmar la imagen. Este es el planteamiento central del libro Serenata, de Rafael Toriz, ensayista que no “entona” una canción sino que hace una mezcla cual DJ, domeñando citas y dialogando con los muertos, con los fantasmas que anteceden la batalla que se emprende contra el lenguaje al reescribir: saber que la escritura, más que objetivar, forja de la vida un cementerio y que lo único que realmente tenemos “son esos jirones de felicidad que le arrancamos a la vida”.
La mixtura fragmentaria que Toriz presenta en su libro de cinco apartados debe verse en las particularidades y en el conjunto. Cada parte responde, provoca y plantea. En su totalidad es un libro en llamas: incendia la promesa del lenguaje y revienta la mentira del libro. Arde la palabra y abrasa la ilusión de su capacidad explicativa, de crear y dar vida con ella porque en realidad escribir petrifica. “Depositar la esperanza en la totalidad del lenguaje, en el mundo como libro y el libro como mundo, es condenarse a vivir en un pozo durante una noche de perseidas.” La escritura es antagónica a la vida, al acontecimiento; no abre, no revela, no concluye: cosifica y mata. De ahí el fragmento como alternativa, como reflejo y tropología del pensamiento en una época desquiciada. La posibilidad ante la palabra vacía de una humanidad vacía, disociada e incapaz de recuperar un sentido que hilvane sus partes y que permita las interpretaciones. Señal y reflejo del fracaso de la modernidad, el fragmento es el hijo de la derrota de la literatura y la muerte de la escritura.
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